martes, 7 de abril de 2020
domingo, 1 de diciembre de 2019
martes, 20 de agosto de 2019
LA MOTIVACIÓN EN LA EDUCACIÓN PERUANA
Comparto con ustedes la entrevista que di a mi amigo y periodista Taylor Díaz para el programa EMPODÉRATE de #LAESKINATV el 6 de agosto del 2019 en el que hablamos sobre la motivación en la educación peruana.
miércoles, 14 de noviembre de 2018
LA CREATIVIDAD AGONIZA EN LA ESCUELA
“La imaginación es más
importante que el conocimiento.
El conocimiento es limitado. En cambio, la imaginación abarca todo”.
El conocimiento es limitado. En cambio, la imaginación abarca todo”.
Albert Einstein
Mientras observo el paisaje
hermoso de Ocobamba en Cusco y me deleito con el olor y color de las flores que
rodean este paraje de ensueño, escucho el ruido que hacen los niños cerca de la
banca que ocupo esta tarde. Pienso en los años que viví por estos lares y en
las cosas que hacía de pequeño, cosas que dejé de hacer en la escuela.
Recuerdo que tocaba la flauta con
cierta habilidad. Antes de los seis años ya tocaba la flauta y jugaba a ser un
artista famoso que entonaba “llorando se fue” o “adiós pueblo de Ayacucho”;
pero, algo pasó en esos años que a la edad que tengo no puedo sostener siquiera
con temor una flauta o jugar con algún instrumento musical.
La imaginación fantástica propia
de los niños me llevó a recrear mundos y soñar con situaciones tan irreales
como añoradas. Los niños que veo por acá
fantasean con ser grandes futbolistas, inventan sus propias reglas, rompen sus
miedos y despercudidos de prejuicios adultos, hablan en su lengua materna sin
ningún temor. Yo hablaba quechua hasta los seis años, algo pasó en mi vida que
dejé de hacerlo y hoy apenas si logro entender una conversación en ese idioma.
Mientras veo mi infancia pasar
por este lugar de ensueño, recuerdo que Álvaro –mi hijo mayor- a la edad de cuatro
años, pintó una hermosa manzana verde, tan verde como se haya imaginado el
lector en este momento. Su rostro de molestia lo decía todo, aquella tarde que
retornó del colegio inicial. La maestra le manifestó que estaba mal y que
volviera a pintarlo. La manzana era roja, las hojas eran verdes y había que
pintar correctamente.
Hoy, siento que la escuela
sostiene una rigidez que impide desarrollar o sostener la creatividad que
tenemos todos de pequeños. Las formas y recursos para resolver situaciones cotidianas
como armar un rompecabezas o coger el lápiz para escribir o los colores para
pintar se acaban cuando vamos a la escuela porque debemos hacerlo de la forma
correcta. Claro, hoy reflexiono sobre esas formas correctas que me ataron a
ciertas reglas que disciplinaron mi cuerpo y condicionaron mis ideas, tan
gaseosas y volátiles como las fantasías de la mejor película de ficción.
Dejé de tocar la flauta por
vergüenza a los compañeros y a los maestros que no me dieron la oportunidad de
mostrar esa habilidad. Jamás bailé en la escuela, pese a que formaba parte de
un grupo de huaylash espectacular con los chicos del barrio y que gracias a
doña Roxana y no a mis maestros de escuela, desarrollé formas inimaginadas para
resolver problemas de lateralidad y orientación con cada zapateo.
La escuela convencional, con
docentes convencionales y en un sistema tan convencional como el nuestro, tiene
pocas oportunidades para generar cambios sustanciales en la generación de niños
y adolescentes que pasan por sus aulas. Establecer reglas y métodos rígidos
para resolver problemas y enfrentar situaciones, establecer pautas y marcar la
ruta de aprendizaje que deben seguir, otorgar incentivos perversos a los que
responden de la manera correcta y sancionar a los que nos equivocamos o
castigar a los que salimos del camino, no hace sino confirmar que la escuela
fue pensada para matar y no para dar vida al pensamiento crítico y creativo de
sus ocupantes.
La escuela convencional, sostiene
un método tradicional que aparentemente funcionó hasta hace unos cincuenta
años. Hoy, puedo sostener que siempre ha fallado. Solo ha formado personas que
obedecen reglas y siguen indicaciones. Aquellos que logramos salir de esas
normas alcanzamos cierto éxito y aquellos que lograron salirse de las mismas y
no recibieron el apoyo necesario, terminaron como fracasados para un sistema
que considera el triunfo como simil de carrera universitaria con trabajo bien
remunerado y estabilidad familiar. Quienes se encuentran fuera de esa órbita, o
son fracasados o son locos que van por el mundo disfrutando de su
invisibilidad.
Mientras respiro el aire fresco
de estos árboles, recuerdo a Johni y las cosas que hacía de pequeño, de cómo la
escuela lo rotuló de palomilla y anti social, de cómo peleó para no ser arrastrado
por el sistema de reglas de la escuela. Si sus maestros hubiesen identificado el
talento y las habilidades que poseía, creo que hoy él sería un genio loco,
inventor de algún artefacto. Toda su creatividad fue maniatada durante 11 años
y ya agónica empezó a respirar cuando salió de la escuela.
Si la escuela pensara en romper
con la unidireccionalidad que hoy tiene y pensara en darle mayor soporte a la
diversidad y la libertad para razonar y actuar, tendríamos mayores
posibilidades de bienestar. Si la escuela le diera más espacio a la pintura, la
danza, la música, el juego y la diversión, seríamos más felices. Pero, claro,
la escuela no fue pensada para eso, fue pensada para otras cosas.
martes, 30 de octubre de 2018
LA REFLEXIÓN COMO MOTOR DEL PENSAMIENTO CRÍTICO
“El mayor enemigo del conocimiento no es la ignorancia,
Sino la ilusión del conocimiento”
Stephen Hawking
Durante mucho tiempo hemos
escuchado que debemos promover el pensamiento crítico y creativo en nuestros
estudiantes. Entonces, pensamos en empoderarlos y despertar su sentido de
autonomía para resolver situaciones problemáticas, para cuestionar su realidad,
para cuestionar su realidad histórica y social. Por ello, se asocia siempre
esta competencia con áreas como Ciencias Sociales, Historia y Geografía o
Ciudadanía; aunque no siempre ello resulte correcto y por esto se le reste
protagonismo al trabajo sostenido y transversal con todas las áreas que se
trabajan en las escuelas.
Si entendemos el pensamiento
crítico como la competencia que poseemos para analizar nuestra realidad
reforzando nuestro desarrollo personal autónomo. Es decir, si asumimos esta
competencia como un proceso cognitivo complejo que nos lleva al uso de la
razón, a la opinión razonada y pensada; entenderemos que este proceso nos
llevará siempre a reflexionar sobre una situación problematizada determinada y
a actuar e intervenir sobre ella. En buena cuenta, promueve la ciudadanía
activa, tan mentada y poco entendida en nuestra realidad contemporánea.
La reflexión, entonces, es un
ejercicio eje en la promoción de esta competencia compleja. Para ello, los
docentes debemos procurar una serie de ejercicios que – con una buena
metodología- irán reemplazando nuestra preocupación por los contenidos y darles
un valor agregado a las actividades metacognitivas. Las actividades
colaborativas, la retroalimentación, el diálogo, el debate, la deliberación, el
control socio emocional, entre otras propuestas, enriquecen el componente
reflexivo en las personas. Bajo esta mirada, las áreas de Ciencias Sociales,
Histotria y Geografía, Cívica y Ciudadanía no son las únicas ni abanderadas.
Promover la reflexión es un compromiso que se debe asumir como una cuestión
prioritaria por todos los agentes de la comunidad educativa.
Un caso cotidiano de la reflexión
se da en la resolución de problemas; pero no exclusivamente en el ejercicio
concreto si no en todo el proceso. La metacognición enriquece la actividad
cuando se respeta el camino que siguió el estudiante y no necesariamente el que
se considera correcto para el docente. Uno de los grandes retos que tenemos es
que consideramos nuestras recetas y soluciones como únicas y verdaderas,
limitando o cancelando la creatividad de los estudiantes para llegar a la solución.
Es por ello que actualmente, muchas escuelas prefieren liberar al estudiante
para que – de manera colaborativa y cooperativa- aborde un problema,
identifique sus causas y consecuencias para proponer alternativas de solución
que al ser expuestas y llevadas al debate, se enriquecen con la mirada de los demás
estudiantes.
Claro, como docentes tememos el
error y fracaso de los estudiantes en este camino. Acaso, porque consciente o inconscientemente
asumimos que no tienen ni las habilidades ni capacidades logradas para alcanzar
el ejercicio ideal. Por ejemplo, no los hemos preparado bien para que estén
informados e instruidos sobre alguna cuestión particular y no los hemos
agenciado de herramientas para que lo hagan. Nuestros prejuicios y estereotipos
hacen que proyectemos una mentalidad opuesta a la concepción abierta que
debemos sostener con ellos. La valoración de las fuentes, la discriminación de las
mismas y el empleo probo de la información también juegan su propio partido en
este encuentro reflexivo.
Otro caso común que venimos
trabajando está en el aprendizaje basado en proyectos. Por ejemplo, mis hijos
vienen participando del proyecto de pequeños emprendedores en su escuela y
deben cumplir con una serie de indicaciones para alcanzar el propósito. Claro,
la formación de grupos se rompe pues no fue por afinidad sino por decisión del
maestro por el entendible temor a la pérdida de tiempo –la poca confianza que
tiene en algunos estudiantes- y las posibles protestas de los padres. Los mismos
padres que intervienen para que los hijos tengan el mejor proyecto y sean los
ganadores. Si a estos dos elementos, sumamos que sus habilidades de
investigación y autogestión son básicas, que sus habilidades metacognitivas no
se han consolidado; el proyecto terminará siendo de los padres y maestros antes
que de los propios estudiantes.
Una reflexión más. Nuestra
realidad educativa ha construido áreas académicas pensadas para que los estudiantes
sientan la exigencia anual, cortando el potencial que pueda tener cada uno de
ellos y restándole significado para sus vidas. Es decir, seguimos mirando los
contenidos. Tenemos varias asignaturas,
enseñamos muchas materias; pero no enseñamos – y muchas veces no sabemos- inteligencia emocional, relaciones inter e
intra personales. No somos empáticos al decir que piensen para hacer algo y
olvidamos en qué consiste el ejercicio mismo de pensar. Queremos que sean buenos
lectores, pero no los acercamos a una literatura crítica, reflexiva. Queremos que
entiendan su presente, pero no les hemos enseñado a entenderse a ellos mismos
(acaso porque nosotros mismos no nos entendemos ni conocemos)
Recuerdo aquellos días en que
revisábamos noticias y contrastábamos la información con diarios contrapuestos.
Recuerdo aquellos días en que nos preocupábamos por saber del autor para
identificar la intencionalidad del texto. Recuerdo las visitas a las galerías
de arte y los museos para interpretar imágenes, suponer situaciones, recrear
desenlaces. Recuerdo las tardes de programas radiales o televisivos que servían
para fortalecer un punto de vista sobre determinada cuestión coyuntural.
Recuerdo los días en que me sentaba a pensar sobre las ideas que cruzaban por
mi mente y si algún día podría concretarlas. Recuerdo cómo aprendí a
reflexionar en clase y fuera de ella.
viernes, 19 de octubre de 2018
LA MIRADA EN EL APRENDIZAJE SIGNIFICATIVO
“Las palabras están llenas de falsedad
o de arte, la mirada es el lenguaje del corazón”
(William Shakespeare)
Seguramente, en más de una
oportunidad, nos hemos preguntado por la timidez de algunos estudiantes cuando
hablan con nosotros o acaso por el reparo que tienen para dirigirse con
seguridad hacia nosotros. Reflexionamos brevemente y añadimos que nosotros les
hablamos bien, los tratamos con respeto, les damos su lugar; pero, acaso muchos
de nosotros, olvidamos la forma cómo los miramos cuando nos comunicamos o cómo
los miramos cuando creemos que no sienten que los estamos mirando.
Nuestros gestos no solo ayudan a
comprender las cosas que decimos en clase o fuera de ella. Nuestro rostro es
clave para delatar los estados de ánimo, la percepción de la realidad; es clave
para transmitir de manera no verbal, todo aquello que no queremos y –
generalmente- no sabemos cómo decir. ES decir, los gestos, miradas, la sonrisa
misma es clave en la comunicación que llevamos con las personas que tenemos al
frente.
A veces, nos jactamos de la
rudeza de nuestra mirada para controlar una clase, de la fuerza de nuestros
ojos para callar a un estudiante inquieto, de la intensidad de nuestros gestos
para transmitir algo, de la rigidez de nuestro rostro para evitar que nos tomen
por débiles. A veces, muchas veces, queremos ser insensibles frente a ellos. ES
decir, estamos educando en esa insensibilidad y rigidez – frialdad impersonal
de una educación aislada y ajena a las emociones. Entonces, ¿Qué pasaría si
manifestamos nuestra sensibilidad en clase?
La sensibilidad también se educa
pues pasa por un uso consiente de nuestros sentidos. En general, todos nuestros
sentidos necesitan ser educados. Justamente, porque se educa es debemos
preocuparnos en dejar esa postura de maestro duro e insensible, de maestro
aislado de la realidad humana que solo debe impartir una materia determinada
frente a los estudiantes. Sonreír no está mal, brindar una mirada cálida no es dañina,
mirar a los ojos para transmitir asertivamente lo que nos interesa no es
perjudicial.
Así como empleamos el lenguaje
hablado y escrito para comunicar, de la misma manera, podemos hacerlo a través
de las miradas que tenemos frente a situaciones y realidades concretas. Así
como aprendimos a hablar de manera natural, debemos preocuparnos por aprender y
enseñar a mirar; puesto que, mirar implica el desarrollo de un lenguaje visual,
simbólico que es mucho más rico que el oral o escrito.
Nuestros ojos comparten mensajes
que no siempre queremos o podemos decir, nuestras cejas manifiestan estados de
ánimo que nos siempre estamos dispuestos a reconocer verbalmente. Del mismo
modo, abordar a nuestros estudiantes con agresividad visual, sorprenderlos con
ojos saltones y enfurecidos podría resultar contraproducente en el ejercicio de
la vinculación afectiva para generar un ambiente de clase ideal. Es por ello
que debemos educar nuestra mirada, para evitar el ridículo y el miedo en las
personas que tenemos al frente; educar la mirada nos permitirá un control escénico
tan saludable que podremos ser nosotros mismos y transmitir esa seguridad para
que ellos también sean quienes son y no quienes queremos que finjan ser.
Ahora bien, aprender a mirar también
nos permite desarrollar el pensamiento abstracto, la sensibilidad, el
pensamiento crítico. En pleno siglo XXI, debemos pensar en promover un
aprendizaje más holístico, integral, que permita miradas completas a los
elementos que se enseñan o aprenden. Para ello, debemos asumir la importancia
que tiene el lenguaje de las miradas, el lenguaje visual en general, evitando –
como hasta ahora- constreñirlas al plano
artístico y lúdico únicamente.
Una pedagogía de la mirada nos
llevará a tener una mirada más consciente de las cosas, mayor atención y mejor
comprensión del entorno. Saber mirar nos
permitiría discriminar una serie de elementos y eventos que vienen ocurriendo
en nuestro tiempo y espacio y del que muchas veces decimos que vivimos de
espaldas a esa realidad. Educar la mirada nos llevaría a liberar el pensamiento
crítico y creativo en los estudiantes puesto que no respondería a lo que
nosotros queremos que vean, sino que serviría para manifestar una multiplicidad
de miradas críticas a eventos concretos o situaciones abstractas.
Tener y mantener a los
estudiantes dentro de un aula-laboratorio no ayuda a este ejercicio. Salir y
caminar para observar, mirar desde arriba o desde abajo, percibir desde
diversas perspectivas una misma realidad ayuda en el camino a la promoción de
ese pensamiento crítico y creativo. De igual forma, la proximidad entre los
actores de una clase sentándose en el piso, formando círculos, frente a frente,
es mucho más saludable que tenerlos en filas y columnas solo para ejercer
control y seguridad en el cumplimiento de nuestros contenidos temáticos.
Actualmente, en un mundo cargado
de imágenes y tecnología, resulta crucial educar a las personas en el acto consciente
de mirar; mirar para transmitir afecto, seguridad y confianza; mirar para
promover un clima de estabilidad emocional en los receptores; mirar y ser
mirado sin temores o frustración al rechazo; mirar para comunicar y disfrutar
de nuestra condición humana. Si la mirada fue el primer medio de comunicación
de nuestra condición humana y es el lenguaje que empleamos desde que nacemos;
entonces, no tengamos miedo de mirar, mirar para sentir, para entender, para
crear y recrear.
jueves, 11 de octubre de 2018
MAGIA Y NATURALEZA EN EL APRENDIZAJE SIGNIFICATIVO
“Los que contemplan la belleza del mundo encuentran
reservas de fortaleza
que los acompañarán durante toda la
vida”
Rachel Louise Carson.
Mientras observo a través de la
ventana cómo juegan un grupo de jóvenes en el campo de gras sintético del
estadio que está frente a mi domicilio, recuerdo las mañanas que pasaba en el
colegio. Por un instante sentí la frescura de la brisa de la primavera, la
textura de las hojas frescas y el crujir de aquellas que ya se habían caído, el
olor de las plantas que cuidábamos con tanto esmero, el color de las plantas y
flores que nos rodeaban. Viajé por unos segundos hasta la casita de mis
abuelos, en pleno paraíso de la selva cusqueña.
Se vienen más recuerdos; pero, creo
que surgieron por el contraste que deben sentir en este instante los muchachos
que están en el campo deportivo. Luego, me traslado a las aulas modernas y veo
concreto, paredes, muebles, poca naturaleza, nula en la mayoría de casos.
La mayoría de escuelas (públicas
y privadas) han descuidado el concepto de educación en contacto con la
naturaleza, olvidando acaso que la biosfera nos acompaña desde que venimos a
este planeta. Desde pequeños, hemos pasado tiempo entre el parque y los juegos
al aire libre, viajando cerca o lejos de nuestra ciudad, mojando los pies en
las aguas de un río o de la playa que solíamos visitar hasta hace unos años,
hundiendo los pies en la arena o tocando los frutos de la misma planta.
Los niños del siglo XXI están
creciendo en departamentos pequeños, aislados de ese contacto cuando pequeños,
en guarderías rodeadas de verde sintético y sonidos que estilizan la
naturaleza, en escuelitas que priorizan la seguridad y rodean todo de cintas y
almohadas, en colegios que optimizan el espacio y el tiempo con materiales al
alcance de las manos escolares para no perder mucho tiempo en las
movilizaciones grupales o en el desperdicio temporal por el desorden que genera
trasladarlos del aula-laboratorio a un campo, al patio, a las gradas o a un
espejo de agua cercano.
Claro, si hay buen sol, llueve,
corre un fuerte viento o tenemos una bandada de aves cruzando el cielo, no
podríamos salir al patio a disfrutarlos pues debemos priorizar la salud de los
chicos, toda vez que los padres – en estos tiempos- ya no queremos que nuestros
hijos se mojen con la lluvia que a veces nos visita o sientan la fuerza del sol
o pierdan el tiempo mirando aves en el cielo pues no pagamos para esas cosas.
Eso sí, combatimos la contaminación, promovemos el reciclaje y nos estamos
adaptando al calentamiento global, claro que sí.
Hoy estamos más preocupados en el
orden social, en el control emocional, en la disciplina corporal y de
esfínteres antes que en la conexión con el poco espacio natural que nos queda;
estamos más preocupados en las alergias que hemos desarrollado antes que pensar
en una salida de campo para que todas las asignaturas hagan un trabajo inter y
transdisciplinario que resultaría mucho más significativo y permanente que la
enseñanza de materias aisladas en horarios aislados y mecánicamente establecidos,
pensados en seres fabriles listos para la producción en serie. Hoy pretendemos
enseñar a no contaminarse antes que enseñar a no contaminar.
Creo que podríamos empezar por
casa con los pequeños. Podríamos empezar cambiando las plantas plásticas y
sintéticas que tenemos por plantas reales, con ciclos de vida. Podríamos tener
piedras de distintas texturas y colores, algo de arena y/o tierra para que
jueguen y sientan, identifiquen y disfruten las texturas. Creo que podríamos empezar enseñándoles en
casa que, si no cuidamos estos elementos, se deterioran y se pierden. Acaso esto sería más significativo que miles
de afiches y publicidad promoviendo el cuidado del medio ambiente.
El contacto con la naturaleza se
puede aprovechar saliendo un día a un lugar como un zoológico, un área reservada,
los pantanos, un río, la playa. Los docentes pueden esforzarse un poco y
diseñar actividades integradas que permitan aprovechar este contacto con cada
una de las materias que llevan los estudiantes, procurando en la medida de lo posible
hacerles sentir que no siguen en el laboratorio y bajo control. Un poco de
libertad no es mala, ayuda a autorregularse y a moderarse en función a las
necesidades del grupo. Salir algunos días de las aulas, del colegio, jamás
serán pérdida de tiempo. El bullicio y el desorden, jamás serán pérdida de
control. Es más, en situaciones como estas, podremos verificar si nuestras
reglas y normas establecidas sirven o es que debemos reajustar las formas y
estilos de transmisión de las normas de convivencia que con tanto ahínco
hacemos memorizar a todos los miembros de nuestra comunidad educativa.
Como bien señala una colega
amiga, olvidamos que la naturaleza sana las penas del alma, nos conecta con
nuestra especie primitiva, aquella que nos hace ser libres, auténticos y sin
miedos; eso, en verdad, es mágico, sanador y totalmente educador.
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