viernes, 19 de octubre de 2018

LA MIRADA EN EL APRENDIZAJE SIGNIFICATIVO


“Las palabras están llenas de falsedad o de arte, la mirada es el lenguaje del corazón”
(William Shakespeare)


Seguramente, en más de una oportunidad, nos hemos preguntado por la timidez de algunos estudiantes cuando hablan con nosotros o acaso por el reparo que tienen para dirigirse con seguridad hacia nosotros. Reflexionamos brevemente y añadimos que nosotros les hablamos bien, los tratamos con respeto, les damos su lugar; pero, acaso muchos de nosotros, olvidamos la forma cómo los miramos cuando nos comunicamos o cómo los miramos cuando creemos que no sienten que los estamos mirando.
Nuestros gestos no solo ayudan a comprender las cosas que decimos en clase o fuera de ella. Nuestro rostro es clave para delatar los estados de ánimo, la percepción de la realidad; es clave para transmitir de manera no verbal, todo aquello que no queremos y – generalmente- no sabemos cómo decir. ES decir, los gestos, miradas, la sonrisa misma es clave en la comunicación que llevamos con las personas que tenemos al frente.
A veces, nos jactamos de la rudeza de nuestra mirada para controlar una clase, de la fuerza de nuestros ojos para callar a un estudiante inquieto, de la intensidad de nuestros gestos para transmitir algo, de la rigidez de nuestro rostro para evitar que nos tomen por débiles. A veces, muchas veces, queremos ser insensibles frente a ellos. ES decir, estamos educando en esa insensibilidad y rigidez – frialdad impersonal de una educación aislada y ajena a las emociones. Entonces, ¿Qué pasaría si manifestamos nuestra sensibilidad en clase?
La sensibilidad también se educa pues pasa por un uso consiente de nuestros sentidos. En general, todos nuestros sentidos necesitan ser educados. Justamente, porque se educa es debemos preocuparnos en dejar esa postura de maestro duro e insensible, de maestro aislado de la realidad humana que solo debe impartir una materia determinada frente a los estudiantes. Sonreír no está mal, brindar una mirada cálida no es dañina, mirar a los ojos para transmitir asertivamente lo que nos interesa no es perjudicial.  
Así como empleamos el lenguaje hablado y escrito para comunicar, de la misma manera, podemos hacerlo a través de las miradas que tenemos frente a situaciones y realidades concretas. Así como aprendimos a hablar de manera natural, debemos preocuparnos por aprender y enseñar a mirar; puesto que, mirar implica el desarrollo de un lenguaje visual, simbólico que es mucho más rico que el oral o escrito.
Nuestros ojos comparten mensajes que no siempre queremos o podemos decir, nuestras cejas manifiestan estados de ánimo que nos siempre estamos dispuestos a reconocer verbalmente. Del mismo modo, abordar a nuestros estudiantes con agresividad visual, sorprenderlos con ojos saltones y enfurecidos podría resultar contraproducente en el ejercicio de la vinculación afectiva para generar un ambiente de clase ideal. Es por ello que debemos educar nuestra mirada, para evitar el ridículo y el miedo en las personas que tenemos al frente; educar la mirada nos permitirá un control escénico tan saludable que podremos ser nosotros mismos y transmitir esa seguridad para que ellos también sean quienes son y no quienes queremos que finjan ser.


Ahora bien, aprender a mirar también nos permite desarrollar el pensamiento abstracto, la sensibilidad, el pensamiento crítico. En pleno siglo XXI, debemos pensar en promover un aprendizaje más holístico, integral, que permita miradas completas a los elementos que se enseñan o aprenden. Para ello, debemos asumir la importancia que tiene el lenguaje de las miradas, el lenguaje visual en general, evitando – como hasta ahora-  constreñirlas al plano artístico y lúdico únicamente.
Una pedagogía de la mirada nos llevará a tener una mirada más consciente de las cosas, mayor atención y mejor comprensión del entorno.  Saber mirar nos permitiría discriminar una serie de elementos y eventos que vienen ocurriendo en nuestro tiempo y espacio y del que muchas veces decimos que vivimos de espaldas a esa realidad. Educar la mirada nos llevaría a liberar el pensamiento crítico y creativo en los estudiantes puesto que no respondería a lo que nosotros queremos que vean, sino que serviría para manifestar una multiplicidad de miradas críticas a eventos concretos o situaciones abstractas.
Tener y mantener a los estudiantes dentro de un aula-laboratorio no ayuda a este ejercicio. Salir y caminar para observar, mirar desde arriba o desde abajo, percibir desde diversas perspectivas una misma realidad ayuda en el camino a la promoción de ese pensamiento crítico y creativo. De igual forma, la proximidad entre los actores de una clase sentándose en el piso, formando círculos, frente a frente, es mucho más saludable que tenerlos en filas y columnas solo para ejercer control y seguridad en el cumplimiento de nuestros contenidos temáticos.
Actualmente, en un mundo cargado de imágenes y tecnología, resulta crucial educar a las personas en el acto consciente de mirar; mirar para transmitir afecto, seguridad y confianza; mirar para promover un clima de estabilidad emocional en los receptores; mirar y ser mirado sin temores o frustración al rechazo; mirar para comunicar y disfrutar de nuestra condición humana. Si la mirada fue el primer medio de comunicación de nuestra condición humana y es el lenguaje que empleamos desde que nacemos; entonces, no tengamos miedo de mirar, mirar para sentir, para entender, para crear y recrear.

No hay comentarios: