“El arte es para consolar a los que están
quebrantados por la vida”
Vincent Van Gogh
Desde hace un tiempo atrás, venimos escuchando que la
generación de estudiantes del siglo XXI debe desarrollar sus habilidades
blandas, su sensibilidad y esa capacidad crítica para interpretar la realidad
que lo rodea. Sin embargo, las asignaturas que ayudarían en gran medida, son
desdeñadas o abandonadas completamente por las personas que toman decisiones en
las Instituciones educativas. Una de ellas es el arte.
Usualmente, leemos a especialistas en temas
pedagógicos, que promover el arte desde temprana edad logrará personas con
mayor sensibilidad y habilidades sociales que permitirán afianzar las
capacidades en las asignaturas que se incorporan durante la vida escolar de las
personas hasta alcanzar la vida universitaria. Aunque, por razones que no se
han explicado aún, el arte se reduce a la pintura, los dibujos y –ahora- a los
diseños digitales limitando el campo de acción de esta materia y anulando el
poder que alcanzaría si fuera transversal en cada una de las materias que se
imparten en la escuela.
No me detendré a detallar las bondades que genera
cada uno de los espacios que el arte nos puede y debe brindar a las asignaturas
escolares; pero, haré algunas menciones que – en mi experiencia- han sido
útiles para conectar con los estudiantes y lograr aprendizajes más
significativos y enriquecedores en el quehacer docente.
Desde hace unos años, varias escuelas con propuestas
alternativas interesantes, vienen implementando aprendizajes basados en
proyectos de teatro o cine escolar que los lleva desde observar una obra o una
película para que todas las asignaturas giren en torno a los contenidos de lo observado
y se vinculen a las materias de cada curso.
Empezar una sesión con música es mucho más productivo
y ameno para una persona que vive en el desorden de este siglo. La música logra
que nuestra mente viaje por lugares insospechados, nos permite conocer ese yo
que visitamos escuetamente; además, nos vuelve perceptivos y agudiza el
concepto de ritmo que poseemos. Nuestra mentalidad abierta debe llevarnos a
musicalizar los tiempos muertos de la clase, a musicalizar los espacios de
producción que tienen los estudiantes. Es decir, no solo debemos colocar
melodías clásicas y tradicionales; también, debemos arriesgarnos a poner música
actual y que genere interés en el auditorio.
Lo mismo ocurre con la literatura. Estudiar un tema a
partir de una obra literaria sería mucho más significativo que solo narrar los
eventos de un tiempo y espacio que son ajenos a los estudiantes. Un proyecto
literario podría, incluso, llevarnos a transversalizar la obra como plan lector
que emplee la información que esta posee para que cada uno de los maestros
aproveche la lectura y efectivice al máximo el buen gusto y uso de la lectura.
Un valor adicional en este campo, merece la danza y
el baile. Ambas promueven más valores que todas las clases que podamos impartir
en la vida escolar. El respeto, la solidaridad, la tolerancia, la cooperación,
la autonomía, entre otros, se cultivan con suma tranquilidad desde este campo.
Ahora bien, imagine usted una clase de la Guerra con
Chile a partir de la pintura “La respuesta” o “El último cartucho”; mejor aún,
piense en la misma clase a partir de las cartas de los personajes de la época.
¿Matemáticas? Podríamos ver los carteles de contenidos y trabajar dimensiones,
proporciones, elementos, colores, teoría de conjuntos. En literatura podemos
requerir la creación de una obra teatral, una canción, una carta, etc. Piense
en las otras materias y notará con qué facilidad podemos aprovechar estos
elementos en clase.
¿Tiene una clase sobre secuencias, frecuencias,
relaciones? Atrévase a emplear una canción suya o de los estudiantes, analice
el tiempo de duración, el compás, el ritmo, etc. Recuerde que una canción tiene
más información matemática de la que usted y yo imaginamos. El arte, desde las
esculturas de Conrad hasta la canción que está escuchando mientras lee este
artículo, han estado presentes en nuestra cotidianeidad, lo que no significa
que busquemos crear artistas en potencia.
Un elemento más es elaboración de material para
promover la educación inclusiva e intercultural, para el reconocimiento de la
otredad y el afianzamiento de la identidad personal, local, etc. Entender el
arte como producción social nos permitirá abordarlo desde una mirada más
abierta al concepto limitado que tenemos en las escuelas y pensar en su consumo
cultural con mayor responsabilidad.
Si abordamos consciente y criteriosamente estos
campos, afianzaremos la sensibilidad que posiblemente se ha trabajado en casa y
que casi queda abandonada en las escuelas. Si enseñamos a sentir habremos
logrado mejores personas, habrán aprendido ellos y aprendido nosotros; habremos
logrado personas más integras, capaces de abordar problemas y situaciones
reales con mayor creatividad. Recuerda, “si lo imaginas, existe” (Pablo Picaso)
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