martes, 20 de agosto de 2019

LA MOTIVACIÓN EN LA EDUCACIÓN PERUANA


Comparto con ustedes la entrevista que di a mi amigo y periodista Taylor Díaz  para el programa EMPODÉRATE  de  #LAESKINATV el 6 de agosto del 2019 en el que hablamos sobre la motivación en la educación peruana.


 

miércoles, 14 de noviembre de 2018

LA CREATIVIDAD AGONIZA EN LA ESCUELA


“La imaginación es más importante que el conocimiento. 
El conocimiento es limitado. En cambio, la imaginación abarca todo”.
Albert Einstein


Mientras observo el paisaje hermoso de Ocobamba en Cusco y me deleito con el olor y color de las flores que rodean este paraje de ensueño, escucho el ruido que hacen los niños cerca de la banca que ocupo esta tarde. Pienso en los años que viví por estos lares y en las cosas que hacía de pequeño, cosas que dejé de hacer en la escuela.

Recuerdo que tocaba la flauta con cierta habilidad. Antes de los seis años ya tocaba la flauta y jugaba a ser un artista famoso que entonaba “llorando se fue” o “adiós pueblo de Ayacucho”; pero, algo pasó en esos años que a la edad que tengo no puedo sostener siquiera con temor una flauta o jugar con algún instrumento musical.

La imaginación fantástica propia de los niños me llevó a recrear mundos y soñar con situaciones tan irreales como añoradas.  Los niños que veo por acá fantasean con ser grandes futbolistas, inventan sus propias reglas, rompen sus miedos y despercudidos de prejuicios adultos, hablan en su lengua materna sin ningún temor. Yo hablaba quechua hasta los seis años, algo pasó en mi vida que dejé de hacerlo y hoy apenas si logro entender una conversación en ese idioma.

Mientras veo mi infancia pasar por este lugar de ensueño, recuerdo que Álvaro –mi hijo mayor- a la edad de cuatro años, pintó una hermosa manzana verde, tan verde como se haya imaginado el lector en este momento. Su rostro de molestia lo decía todo, aquella tarde que retornó del colegio inicial. La maestra le manifestó que estaba mal y que volviera a pintarlo. La manzana era roja, las hojas eran verdes y había que pintar correctamente.

Hoy, siento que la escuela sostiene una rigidez que impide desarrollar o sostener la creatividad que tenemos todos de pequeños. Las formas y recursos para resolver situaciones cotidianas como armar un rompecabezas o coger el lápiz para escribir o los colores para pintar se acaban cuando vamos a la escuela porque debemos hacerlo de la forma correcta. Claro, hoy reflexiono sobre esas formas correctas que me ataron a ciertas reglas que disciplinaron mi cuerpo y condicionaron mis ideas, tan gaseosas y volátiles como las fantasías de la mejor película de ficción.

Dejé de tocar la flauta por vergüenza a los compañeros y a los maestros que no me dieron la oportunidad de mostrar esa habilidad. Jamás bailé en la escuela, pese a que formaba parte de un grupo de huaylash espectacular con los chicos del barrio y que gracias a doña Roxana y no a mis maestros de escuela, desarrollé formas inimaginadas para resolver problemas de lateralidad y orientación con cada zapateo.

La escuela convencional, con docentes convencionales y en un sistema tan convencional como el nuestro, tiene pocas oportunidades para generar cambios sustanciales en la generación de niños y adolescentes que pasan por sus aulas. Establecer reglas y métodos rígidos para resolver problemas y enfrentar situaciones, establecer pautas y marcar la ruta de aprendizaje que deben seguir, otorgar incentivos perversos a los que responden de la manera correcta y sancionar a los que nos equivocamos o castigar a los que salimos del camino, no hace sino confirmar que la escuela fue pensada para matar y no para dar vida al pensamiento crítico y creativo de sus ocupantes.

La escuela convencional, sostiene un método tradicional que aparentemente funcionó hasta hace unos cincuenta años. Hoy, puedo sostener que siempre ha fallado. Solo ha formado personas que obedecen reglas y siguen indicaciones. Aquellos que logramos salir de esas normas alcanzamos cierto éxito y aquellos que lograron salirse de las mismas y no recibieron el apoyo necesario, terminaron como fracasados para un sistema que considera el triunfo como simil de carrera universitaria con trabajo bien remunerado y estabilidad familiar. Quienes se encuentran fuera de esa órbita, o son fracasados o son locos que van por el mundo disfrutando de su invisibilidad.

Mientras respiro el aire fresco de estos árboles, recuerdo a Johni y las cosas que hacía de pequeño, de cómo la escuela lo rotuló de palomilla y anti social, de cómo peleó para no ser arrastrado por el sistema de reglas de la escuela. Si sus maestros hubiesen identificado el talento y las habilidades que poseía, creo que hoy él sería un genio loco, inventor de algún artefacto. Toda su creatividad fue maniatada durante 11 años y ya agónica empezó a respirar cuando salió de la escuela.

Si la escuela pensara en romper con la unidireccionalidad que hoy tiene y pensara en darle mayor soporte a la diversidad y la libertad para razonar y actuar, tendríamos mayores posibilidades de bienestar. Si la escuela le diera más espacio a la pintura, la danza, la música, el juego y la diversión, seríamos más felices. Pero, claro, la escuela no fue pensada para eso, fue pensada para otras cosas.



martes, 30 de octubre de 2018

LA REFLEXIÓN COMO MOTOR DEL PENSAMIENTO CRÍTICO



“El mayor enemigo del conocimiento no es la ignorancia,
Sino la ilusión del conocimiento”
Stephen Hawking

Durante mucho tiempo hemos escuchado que debemos promover el pensamiento crítico y creativo en nuestros estudiantes. Entonces, pensamos en empoderarlos y despertar su sentido de autonomía para resolver situaciones problemáticas, para cuestionar su realidad, para cuestionar su realidad histórica y social. Por ello, se asocia siempre esta competencia con áreas como Ciencias Sociales, Historia y Geografía o Ciudadanía; aunque no siempre ello resulte correcto y por esto se le reste protagonismo al trabajo sostenido y transversal con todas las áreas que se trabajan en las escuelas.
Si entendemos el pensamiento crítico como la competencia que poseemos para analizar nuestra realidad reforzando nuestro desarrollo personal autónomo. Es decir, si asumimos esta competencia como un proceso cognitivo complejo que nos lleva al uso de la razón, a la opinión razonada y pensada; entenderemos que este proceso nos llevará siempre a reflexionar sobre una situación problematizada determinada y a actuar e intervenir sobre ella. En buena cuenta, promueve la ciudadanía activa, tan mentada y poco entendida en nuestra realidad contemporánea.
La reflexión, entonces, es un ejercicio eje en la promoción de esta competencia compleja. Para ello, los docentes debemos procurar una serie de ejercicios que – con una buena metodología- irán reemplazando nuestra preocupación por los contenidos y darles un valor agregado a las actividades metacognitivas. Las actividades colaborativas, la retroalimentación, el diálogo, el debate, la deliberación, el control socio emocional, entre otras propuestas, enriquecen el componente reflexivo en las personas. Bajo esta mirada, las áreas de Ciencias Sociales, Histotria y Geografía, Cívica y Ciudadanía no son las únicas ni abanderadas. Promover la reflexión es un compromiso que se debe asumir como una cuestión prioritaria por todos los agentes de la comunidad educativa.
Un caso cotidiano de la reflexión se da en la resolución de problemas; pero no exclusivamente en el ejercicio concreto si no en todo el proceso. La metacognición enriquece la actividad cuando se respeta el camino que siguió el estudiante y no necesariamente el que se considera correcto para el docente. Uno de los grandes retos que tenemos es que consideramos nuestras recetas y soluciones como únicas y verdaderas, limitando o cancelando la creatividad de los estudiantes para llegar a la solución. Es por ello que actualmente, muchas escuelas prefieren liberar al estudiante para que – de manera colaborativa y cooperativa- aborde un problema, identifique sus causas y consecuencias para proponer alternativas de solución que al ser expuestas y llevadas al debate, se enriquecen con la mirada de los demás estudiantes.
Claro, como docentes tememos el error y fracaso de los estudiantes en este camino. Acaso, porque consciente o inconscientemente asumimos que no tienen ni las habilidades ni capacidades logradas para alcanzar el ejercicio ideal. Por ejemplo, no los hemos preparado bien para que estén informados e instruidos sobre alguna cuestión particular y no los hemos agenciado de herramientas para que lo hagan. Nuestros prejuicios y estereotipos hacen que proyectemos una mentalidad opuesta a la concepción abierta que debemos sostener con ellos. La valoración de las fuentes, la discriminación de las mismas y el empleo probo de la información también juegan su propio partido en este encuentro reflexivo.
Otro caso común que venimos trabajando está en el aprendizaje basado en proyectos. Por ejemplo, mis hijos vienen participando del proyecto de pequeños emprendedores en su escuela y deben cumplir con una serie de indicaciones para alcanzar el propósito. Claro, la formación de grupos se rompe pues no fue por afinidad sino por decisión del maestro por el entendible temor a la pérdida de tiempo –la poca confianza que tiene en algunos estudiantes- y las posibles protestas de los padres. Los mismos padres que intervienen para que los hijos tengan el mejor proyecto y sean los ganadores. Si a estos dos elementos, sumamos que sus habilidades de investigación y autogestión son básicas, que sus habilidades metacognitivas no se han consolidado; el proyecto terminará siendo de los padres y maestros antes que de los propios estudiantes.
Una reflexión más. Nuestra realidad educativa ha construido áreas académicas pensadas para que los estudiantes sientan la exigencia anual, cortando el potencial que pueda tener cada uno de ellos y restándole significado para sus vidas. Es decir, seguimos mirando los contenidos.  Tenemos varias asignaturas, enseñamos muchas materias; pero no enseñamos – y muchas veces no sabemos-  inteligencia emocional, relaciones inter e intra personales. No somos empáticos al decir que piensen para hacer algo y olvidamos en qué consiste el ejercicio mismo de pensar. Queremos que sean buenos lectores, pero no los acercamos a una literatura crítica, reflexiva. Queremos que entiendan su presente, pero no les hemos enseñado a entenderse a ellos mismos (acaso porque nosotros mismos no nos entendemos ni conocemos)
Recuerdo aquellos días en que revisábamos noticias y contrastábamos la información con diarios contrapuestos. Recuerdo aquellos días en que nos preocupábamos por saber del autor para identificar la intencionalidad del texto. Recuerdo las visitas a las galerías de arte y los museos para interpretar imágenes, suponer situaciones, recrear desenlaces. Recuerdo las tardes de programas radiales o televisivos que servían para fortalecer un punto de vista sobre determinada cuestión coyuntural. Recuerdo los días en que me sentaba a pensar sobre las ideas que cruzaban por mi mente y si algún día podría concretarlas. Recuerdo cómo aprendí a reflexionar en clase y fuera de ella.

viernes, 19 de octubre de 2018

LA MIRADA EN EL APRENDIZAJE SIGNIFICATIVO


“Las palabras están llenas de falsedad o de arte, la mirada es el lenguaje del corazón”
(William Shakespeare)


Seguramente, en más de una oportunidad, nos hemos preguntado por la timidez de algunos estudiantes cuando hablan con nosotros o acaso por el reparo que tienen para dirigirse con seguridad hacia nosotros. Reflexionamos brevemente y añadimos que nosotros les hablamos bien, los tratamos con respeto, les damos su lugar; pero, acaso muchos de nosotros, olvidamos la forma cómo los miramos cuando nos comunicamos o cómo los miramos cuando creemos que no sienten que los estamos mirando.
Nuestros gestos no solo ayudan a comprender las cosas que decimos en clase o fuera de ella. Nuestro rostro es clave para delatar los estados de ánimo, la percepción de la realidad; es clave para transmitir de manera no verbal, todo aquello que no queremos y – generalmente- no sabemos cómo decir. ES decir, los gestos, miradas, la sonrisa misma es clave en la comunicación que llevamos con las personas que tenemos al frente.
A veces, nos jactamos de la rudeza de nuestra mirada para controlar una clase, de la fuerza de nuestros ojos para callar a un estudiante inquieto, de la intensidad de nuestros gestos para transmitir algo, de la rigidez de nuestro rostro para evitar que nos tomen por débiles. A veces, muchas veces, queremos ser insensibles frente a ellos. ES decir, estamos educando en esa insensibilidad y rigidez – frialdad impersonal de una educación aislada y ajena a las emociones. Entonces, ¿Qué pasaría si manifestamos nuestra sensibilidad en clase?
La sensibilidad también se educa pues pasa por un uso consiente de nuestros sentidos. En general, todos nuestros sentidos necesitan ser educados. Justamente, porque se educa es debemos preocuparnos en dejar esa postura de maestro duro e insensible, de maestro aislado de la realidad humana que solo debe impartir una materia determinada frente a los estudiantes. Sonreír no está mal, brindar una mirada cálida no es dañina, mirar a los ojos para transmitir asertivamente lo que nos interesa no es perjudicial.  
Así como empleamos el lenguaje hablado y escrito para comunicar, de la misma manera, podemos hacerlo a través de las miradas que tenemos frente a situaciones y realidades concretas. Así como aprendimos a hablar de manera natural, debemos preocuparnos por aprender y enseñar a mirar; puesto que, mirar implica el desarrollo de un lenguaje visual, simbólico que es mucho más rico que el oral o escrito.
Nuestros ojos comparten mensajes que no siempre queremos o podemos decir, nuestras cejas manifiestan estados de ánimo que nos siempre estamos dispuestos a reconocer verbalmente. Del mismo modo, abordar a nuestros estudiantes con agresividad visual, sorprenderlos con ojos saltones y enfurecidos podría resultar contraproducente en el ejercicio de la vinculación afectiva para generar un ambiente de clase ideal. Es por ello que debemos educar nuestra mirada, para evitar el ridículo y el miedo en las personas que tenemos al frente; educar la mirada nos permitirá un control escénico tan saludable que podremos ser nosotros mismos y transmitir esa seguridad para que ellos también sean quienes son y no quienes queremos que finjan ser.


Ahora bien, aprender a mirar también nos permite desarrollar el pensamiento abstracto, la sensibilidad, el pensamiento crítico. En pleno siglo XXI, debemos pensar en promover un aprendizaje más holístico, integral, que permita miradas completas a los elementos que se enseñan o aprenden. Para ello, debemos asumir la importancia que tiene el lenguaje de las miradas, el lenguaje visual en general, evitando – como hasta ahora-  constreñirlas al plano artístico y lúdico únicamente.
Una pedagogía de la mirada nos llevará a tener una mirada más consciente de las cosas, mayor atención y mejor comprensión del entorno.  Saber mirar nos permitiría discriminar una serie de elementos y eventos que vienen ocurriendo en nuestro tiempo y espacio y del que muchas veces decimos que vivimos de espaldas a esa realidad. Educar la mirada nos llevaría a liberar el pensamiento crítico y creativo en los estudiantes puesto que no respondería a lo que nosotros queremos que vean, sino que serviría para manifestar una multiplicidad de miradas críticas a eventos concretos o situaciones abstractas.
Tener y mantener a los estudiantes dentro de un aula-laboratorio no ayuda a este ejercicio. Salir y caminar para observar, mirar desde arriba o desde abajo, percibir desde diversas perspectivas una misma realidad ayuda en el camino a la promoción de ese pensamiento crítico y creativo. De igual forma, la proximidad entre los actores de una clase sentándose en el piso, formando círculos, frente a frente, es mucho más saludable que tenerlos en filas y columnas solo para ejercer control y seguridad en el cumplimiento de nuestros contenidos temáticos.
Actualmente, en un mundo cargado de imágenes y tecnología, resulta crucial educar a las personas en el acto consciente de mirar; mirar para transmitir afecto, seguridad y confianza; mirar para promover un clima de estabilidad emocional en los receptores; mirar y ser mirado sin temores o frustración al rechazo; mirar para comunicar y disfrutar de nuestra condición humana. Si la mirada fue el primer medio de comunicación de nuestra condición humana y es el lenguaje que empleamos desde que nacemos; entonces, no tengamos miedo de mirar, mirar para sentir, para entender, para crear y recrear.

jueves, 11 de octubre de 2018

MAGIA Y NATURALEZA EN EL APRENDIZAJE SIGNIFICATIVO


“Los que contemplan la belleza del mundo encuentran reservas de fortaleza
que los acompañarán durante toda la vida”
Rachel Louise Carson.

Mientras observo a través de la ventana cómo juegan un grupo de jóvenes en el campo de gras sintético del estadio que está frente a mi domicilio, recuerdo las mañanas que pasaba en el colegio. Por un instante sentí la frescura de la brisa de la primavera, la textura de las hojas frescas y el crujir de aquellas que ya se habían caído, el olor de las plantas que cuidábamos con tanto esmero, el color de las plantas y flores que nos rodeaban. Viajé por unos segundos hasta la casita de mis abuelos, en pleno paraíso de la selva cusqueña.
Se vienen más recuerdos; pero, creo que surgieron por el contraste que deben sentir en este instante los muchachos que están en el campo deportivo. Luego, me traslado a las aulas modernas y veo concreto, paredes, muebles, poca naturaleza, nula en la mayoría de casos.
La mayoría de escuelas (públicas y privadas) han descuidado el concepto de educación en contacto con la naturaleza, olvidando acaso que la biosfera nos acompaña desde que venimos a este planeta. Desde pequeños, hemos pasado tiempo entre el parque y los juegos al aire libre, viajando cerca o lejos de nuestra ciudad, mojando los pies en las aguas de un río o de la playa que solíamos visitar hasta hace unos años, hundiendo los pies en la arena o tocando los frutos de la misma planta.
Los niños del siglo XXI están creciendo en departamentos pequeños, aislados de ese contacto cuando pequeños, en guarderías rodeadas de verde sintético y sonidos que estilizan la naturaleza, en escuelitas que priorizan la seguridad y rodean todo de cintas y almohadas, en colegios que optimizan el espacio y el tiempo con materiales al alcance de las manos escolares para no perder mucho tiempo en las movilizaciones grupales o en el desperdicio temporal por el desorden que genera trasladarlos del aula-laboratorio a un campo, al patio, a las gradas o a un espejo de agua cercano.
Claro, si hay buen sol, llueve, corre un fuerte viento o tenemos una bandada de aves cruzando el cielo, no podríamos salir al patio a disfrutarlos pues debemos priorizar la salud de los chicos, toda vez que los padres – en estos tiempos- ya no queremos que nuestros hijos se mojen con la lluvia que a veces nos visita o sientan la fuerza del sol o pierdan el tiempo mirando aves en el cielo pues no pagamos para esas cosas. Eso sí, combatimos la contaminación, promovemos el reciclaje y nos estamos adaptando al calentamiento global, claro que sí.
Hoy estamos más preocupados en el orden social, en el control emocional, en la disciplina corporal y de esfínteres antes que en la conexión con el poco espacio natural que nos queda; estamos más preocupados en las alergias que hemos desarrollado antes que pensar en una salida de campo para que todas las asignaturas hagan un trabajo inter y transdisciplinario que resultaría mucho más significativo y permanente que la enseñanza de materias aisladas en horarios aislados y mecánicamente establecidos, pensados en seres fabriles listos para la producción en serie. Hoy pretendemos enseñar a no contaminarse antes que enseñar a no contaminar.
Creo que podríamos empezar por casa con los pequeños. Podríamos empezar cambiando las plantas plásticas y sintéticas que tenemos por plantas reales, con ciclos de vida. Podríamos tener piedras de distintas texturas y colores, algo de arena y/o tierra para que jueguen y sientan, identifiquen y disfruten las texturas.  Creo que podríamos empezar enseñándoles en casa que, si no cuidamos estos elementos, se deterioran y se pierden.  Acaso esto sería más significativo que miles de afiches y publicidad promoviendo el cuidado del medio ambiente.
El contacto con la naturaleza se puede aprovechar saliendo un día a un lugar como un zoológico, un área reservada, los pantanos, un río, la playa. Los docentes pueden esforzarse un poco y diseñar actividades integradas que permitan aprovechar este contacto con cada una de las materias que llevan los estudiantes, procurando en la medida de lo posible hacerles sentir que no siguen en el laboratorio y bajo control. Un poco de libertad no es mala, ayuda a autorregularse y a moderarse en función a las necesidades del grupo. Salir algunos días de las aulas, del colegio, jamás serán pérdida de tiempo. El bullicio y el desorden, jamás serán pérdida de control. Es más, en situaciones como estas, podremos verificar si nuestras reglas y normas establecidas sirven o es que debemos reajustar las formas y estilos de transmisión de las normas de convivencia que con tanto ahínco hacemos memorizar a todos los miembros de nuestra comunidad educativa.
Como bien señala una colega amiga, olvidamos que la naturaleza sana las penas del alma, nos conecta con nuestra especie primitiva, aquella que nos hace ser libres, auténticos y sin miedos; eso, en verdad, es mágico, sanador y totalmente educador.