miércoles, 3 de octubre de 2018

VER, OÍR, OLER, TOCAR PARA SENTIR Y APRENDER


“El arte es para consolar a los que están quebrantados por la vida”
Vincent Van Gogh 


Desde hace un tiempo atrás, venimos escuchando que la generación de estudiantes del siglo XXI debe desarrollar sus habilidades blandas, su sensibilidad y esa capacidad crítica para interpretar la realidad que lo rodea. Sin embargo, las asignaturas que ayudarían en gran medida, son desdeñadas o abandonadas completamente por las personas que toman decisiones en las Instituciones educativas. Una de ellas es el arte.

Usualmente, leemos a especialistas en temas pedagógicos, que promover el arte desde temprana edad logrará personas con mayor sensibilidad y habilidades sociales que permitirán afianzar las capacidades en las asignaturas que se incorporan durante la vida escolar de las personas hasta alcanzar la vida universitaria. Aunque, por razones que no se han explicado aún, el arte se reduce a la pintura, los dibujos y –ahora- a los diseños digitales limitando el campo de acción de esta materia y anulando el poder que alcanzaría si fuera transversal en cada una de las materias que se imparten en la escuela.

No me detendré a detallar las bondades que genera cada uno de los espacios que el arte nos puede y debe brindar a las asignaturas escolares; pero, haré algunas menciones que – en mi experiencia- han sido útiles para conectar con los estudiantes y lograr aprendizajes más significativos y enriquecedores en el quehacer docente.

Desde hace unos años, varias escuelas con propuestas alternativas interesantes, vienen implementando aprendizajes basados en proyectos de teatro o cine escolar que los lleva desde observar una obra o una película para que todas las asignaturas giren en torno a los contenidos de lo observado y se vinculen a las materias de cada curso.

Empezar una sesión con música es mucho más productivo y ameno para una persona que vive en el desorden de este siglo. La música logra que nuestra mente viaje por lugares insospechados, nos permite conocer ese yo que visitamos escuetamente; además, nos vuelve perceptivos y agudiza el concepto de ritmo que poseemos. Nuestra mentalidad abierta debe llevarnos a musicalizar los tiempos muertos de la clase, a musicalizar los espacios de producción que tienen los estudiantes. Es decir, no solo debemos colocar melodías clásicas y tradicionales; también, debemos arriesgarnos a poner música actual y que genere interés en el auditorio.

Lo mismo ocurre con la literatura. Estudiar un tema a partir de una obra literaria sería mucho más significativo que solo narrar los eventos de un tiempo y espacio que son ajenos a los estudiantes. Un proyecto literario podría, incluso, llevarnos a transversalizar la obra como plan lector que emplee la información que esta posee para que cada uno de los maestros aproveche la lectura y efectivice al máximo el buen gusto y uso de la lectura.

Un valor adicional en este campo, merece la danza y el baile. Ambas promueven más valores que todas las clases que podamos impartir en la vida escolar. El respeto, la solidaridad, la tolerancia, la cooperación, la autonomía, entre otros, se cultivan con suma tranquilidad desde este campo.
Ahora bien, imagine usted una clase de la Guerra con Chile a partir de la pintura “La respuesta” o “El último cartucho”; mejor aún, piense en la misma clase a partir de las cartas de los personajes de la época. ¿Matemáticas? Podríamos ver los carteles de contenidos y trabajar dimensiones, proporciones, elementos, colores, teoría de conjuntos. En literatura podemos requerir la creación de una obra teatral, una canción, una carta, etc. Piense en las otras materias y notará con qué facilidad podemos aprovechar estos elementos en clase.

¿Tiene una clase sobre secuencias, frecuencias, relaciones? Atrévase a emplear una canción suya o de los estudiantes, analice el tiempo de duración, el compás, el ritmo, etc. Recuerde que una canción tiene más información matemática de la que usted y yo imaginamos. El arte, desde las esculturas de Conrad hasta la canción que está escuchando mientras lee este artículo, han estado presentes en nuestra cotidianeidad, lo que no significa que busquemos crear artistas en potencia.

Un elemento más es elaboración de material para promover la educación inclusiva e intercultural, para el reconocimiento de la otredad y el afianzamiento de la identidad personal, local, etc. Entender el arte como producción social nos permitirá abordarlo desde una mirada más abierta al concepto limitado que tenemos en las escuelas y pensar en su consumo cultural con mayor responsabilidad.

Si abordamos consciente y criteriosamente estos campos, afianzaremos la sensibilidad que posiblemente se ha trabajado en casa y que casi queda abandonada en las escuelas. Si enseñamos a sentir habremos logrado mejores personas, habrán aprendido ellos y aprendido nosotros; habremos logrado personas más integras, capaces de abordar problemas y situaciones reales con mayor creatividad. Recuerda, “si lo imaginas, existe” (Pablo Picaso)

No hay comentarios: